Apología de la Claridad Mental
Es sorprendentemente raro encontrar mentes claras. Y cuando digo claras, no digo especialmente brillantes, ni con IQs estratosféricos, ni intelectualoides, ni enciclopédicos. Digo mentes claras en el sentido más literal y llano de la palabra: aquellos con la capacidad de hacer un argumento o un razonamiento de fácil comprensión para otros. Y que lo pueden hacer sobre la marcha, es decir, sin necesitar ensayar ni requerir tiempos especiales de procesamiento o análisis para alcanzar dicha claridad.
La claridad mental es un bien preciado en medio de la vorágine y del ruido circundante. Un bálsamo. Cuando el caos arrecia y la incertidumbre reina, aquel que sabe atar cabos—y lo puede comunicar—cuando todo es ruido alrededor es un oasis en el desierto. Como tener al imprescindible tiempista en el equipo, aquel que evita que todos corran atrás de la pelota como nenes de 5 años. Los que son claros lo son en todo terreno; no pierden la claridad bajo presión. La llevan consigo adonde van.
Aquel quién goza de este cada vez más escaso don de la claridad mental dice las cosas sin firuletes. Comunica bien, de forma concisa, y con un interés particular en que el interlocutor entienda. No usa vocabulario rimbombante. Si está diciendo algo y momentáneamente diverge, sabe volver a la ruta principal; todos nos vamos por las ramas, pero el que es mentalmente claro siempre sabe volver al tronco. Piensa antes de hablar. Tiene en cuenta que muchas veces una palabra se puede entender de varias formas dependiendo a quién se la transmita. Dibuja buenos diagramas, ya sea en un pizarrón o en una herramienta. Entiende que las flechitas necesitan significar algo consistente: o verbos, o sustantivos, pero no una ensalada de todo junto. No usa códigos de colores sin aclarar, ni espera que la audiencia mágicamente entienda qué significa una línea verde de una verde pastel.
Aquel con claridad mental no se sube a “cualquier bondi”, ni suscribe a la última moda o teoría. Razona, vuelve a los principios fundamentales y analiza la situación como un caso más. Sabe que, en general, nada es lo suficientemente especial.
Aquel con claridad mental se conecta con el pasado y tiene buena memoria. Muchas veces se discuten cosas en el ambiente laboral y, dos semanas después, todos parecen haberse olvidado. Aquellos mentalmente diáfanos nos están continuamente conectando con lo que se dijo y con lo que se estuvo de acuerdo tiempo atrás. Un poco nos interpelan porque muestran nuestras contradicciones e inconsistencias.
Aquel con claridad mental sabe que siempre hay matices, y tiende a usar un “zoom” variable: enfoca cuando hace falta, desenfoca cuando es necesario. Como un arquero volando entre dos palos: el de los detalles innecesarios y el de la sobresimplificación.
Aquel con claridad mental mira las cosas como son y no como le gustaría que fuesen.
Nada más desesperanzador que escuchar a alguien hablar y hablar y no entender qué está diciendo. Nada más desmoralizante que invertir horas viendo a alguien disertar y garabatear cosas sin poder transmitir una idea clara. Nada más desmotivador que participar en reuniones donde uno se va entendiendo menos que al haber entrado.
Hay una frase que dice algo así: la música es impulsada por las ideas. Si no tenés claridad en las ideas cuando tocás, sólo estás comunicando sonidos.