Breve Elogio a la Herramienta de Mierda
Siguiendo la serie de artículos sobre herramientas, huelga dedicarle un artículo a un tipo de herramienta particular.
Todos la hemos visto y usado; el que esté libre de pecado que arroje la primera piedra. Con su interfaz de usuario precaria, dolorosa de configurar, abundante en oscuros archivos de texto o archivos XML de esquemas variopintos. Sin consideraciones de UX alguna, pletórica de crípticos mensajes de error tipo “error -578”. Cerrándose intempestivamente en nuestras caras sin dar el más mínimo aviso. Esto es, señoras y señores, un tardío pero sincero elogio a uno de los fenómenos menos estudiados de la industria del software: la herramienta de mierda.
La herramienta de mierda nace casi sin quererlo. Surge como un experimento inocente de alguien que lo crea sin maldad para salir del paso, pero de repente se lo muestra a otro y éste dice “messirve”, y éste después se lo muestra a otro que también dice “messirve” y entonces el adefesio se reproduce como la gripe en invierno; cuando te querés dar cuenta está por todos lados.
De repente, nada se puede hacer sin la herramienta de mierda porque se convirtió en LA pieza central del rompecabezas. Todos los caminos conducen a ella.
Cuanto más de mierda la herramienta, más rápidamente se esparce y más se posiciona de forma estratégica como columna fundamental de una arquitectura que sin esa abominación se cae como una casa de naipes.
En ocasiones, la herramienta de mierda puede venir de afuera: también se paga por herramientas de mierda.
Así, la herramienta de mierda se torna irremplazable porque todo se termina perfilando por y para ella. Y aquellas almas puras e idealistas que osan cuestionarla suelen desaparecer en las más absolutas de las sombras.
La herramienta de mierda es inmantenible porque el que la hizo hace décadas ya no está o la empresa que la hizo quebró en la burbuja puntocom o la compró Walmart. Por supuesto, no hay documentación más que algún README fantasma o un .doc hecho en Word 97.
Los adefesios están por todos lados, a veces a la vista de todos. Todos hemos ido alguna vez a Musimundo y hemos visto al pobre vendedor lidiando con ese mamotreto hecho en MS-DOS; cualquier cosa que uno le preguntaba requería quince minutos de teclazos inconducentes (soporte de mouse? bien gracias), para que siempre te terminaran diciendo “mmm no sé, tengo que ir a ver al depósito”. Otros adefesios permanecen más ocultos entre paredes corporativas, pero ahí están, contribuyendo al funcionamiento de nuestra sociedad.
Llevo conmigo el orgullo de haber contribuido con mis propias herramientas de mierda que he ayudado a metastatizar. Una vez, por ejemplo, reinventé Pandas pero mucho, muchísimo más rudimentario e impresentable. Así y todo, mi adefesio estaba por todas partes y una parte de mí no podía evitar sentir una culposa satisfacción.
Levanto entonces una copa simbólica por todas aquellas herramientas de mierda que están ahí afuera haciendo nuestras existencias miserables, aunque no concebimos nuestras vidas sin ellas.
Por las que hay y por las que vendrán. Salud.