El Amigote
Toda organización de cierto tamaño eventualmente genera un personaje que hoy, desde este humildísimo lugar, vamos a homenajear: el amigote. El amigote es aquel con la capacidad de aparecer en cuanto proyecto surja, siempre con títulos de nombre respetable pero carentes de contenido y relevancia. Campeón mundial del amiguismo como principal estrategia de desarrollo profesional, el amigote es selectivamente cercano a aquellos que toman las decisiones y esto hace que siempre caiga parado, proyecto tras proyecto. El amigote se posiciona como alguien a confiar y ofrece lealtad a sus impulsores aunque no siempre es un chupamedias explícito.
Huelga hacer la salvedad: no se debe confundir al amigote con el trepador. El trepador busca estatus, poder e influencia y para eso necesita subir en la jerarquía más y más. El amigote, en cambio, es intelectualmente incapaz de pensamientos maquiavélicos; sólo busca una posición de comodidad y visibilidad pero fundamentalmente busca perdurar. El amigote ocupará su lugar durante los años que el proyecto lleve; 2, 5, 10 años. Estoico.
El amigote no acarrea relevancia técnica o gerencial práctica alguna, pero eso no es un problema, porque no busca responsabilidades directas ni tener “piel en el juego”. Otros se encargarán de hacer el trabajo y suplir su incompetencia. El amigote busca estar, y para eso teje sus redes en forma paciente como quien sabe que esas redes son el caudal para poder asegurarse un lugar en ésta y en la próxima aventura. El amigote sabe posicionarse como un nombre por default cuando los organigramas están bajo diseño, y aparecen como una opción siempre potable si hubiere “ravioles” en el diagrama sin un nombre definido. Como un extra en una escena de acción, el amigote “hace bulto” pero no aporta nada a la trama.
El amigote tiende a ser bonachón y tiene buenas habilidades “blandas”. No suele ser quilombero y no es generador de drama porque sabe que el drama no da buen marketing para futuros proyectos. Conversador, entrador, con un chiste siempre a mano para romper el hielo, el amigote llama a reuniones de la más absoluta intrascendencia pero esenciales para recordarles a todos que está en el proyecto y que no piensa irse a ninguna parte. Reuniones importantes también lo suelen tener como participante obligado porque sabe cómo lograr el SEO necesario para que los autocompletes de los clientes de mail sugieran su nombre en CC.
El amigote viaja. Conferencias, congresos, clientes, proveedores. Pasea su irrelevancia por el mundo. Al amigote se lo suele ver en fotos institucionales, con la famosa pose de las dos manos agarradas adelante, y una sonrisa en el rostro. El amigote se ofrece, dócil, para poblar stands en exposiciones de toda índole donde disfruta la charla amena con los visitantes ocasionales.
El pasado del amigote es zigzagueante. Como esos jugadores de fútbol que cambian de club como de calzón. Acomodaticio y camaleónico, el amigote no busca consistencia alguna en su trayectoria profesional, por lo tanto se observan en su haber proyectos de todo tipo y color. La heterogeneidad profesional es una característica distintiva del amigote y esto, muchas veces, ayuda a identificarlos.
En “El Hombre Mediocre”, José Ingenieros parece describirlo de la forma mas sucinta posible:
El es, apenas, un objeto en el cuadro.