El Cabeza De Termo
Existe un tipo de personaje cuyo rol en la historia ha sido extremadamente relevante aunque algo inconspicuo. El término más formal para definirlo podría ser el de “fanático”, pero esa definición no le termina de caber del todo.
El eterno—e irremplazable—Diego Armando Maradona le puso nombre hace décadas, aunque el mote ha ido mutando un poco con el tiempo. Me refiero al cabeza de termo. “Cabeza de termo” es un término difícil de explicar o traducir. Juan Sasturain lo encontró fascinante pero complicado de definir.
Básicamente, un cabeza de termo tiende a ser un personaje de vida gris y mediocre que abraza causas de forma desproporcionadamente enfática, abandonando en el proceso cualquier juicio de valor en cuanto a riesgos para sí o para otros. Dicha causa—cualquiera sea: un partido político, un cuadro de fútbol, no importa—se transforma en el único motor de su vida de otra forma vacía e inconducente y por lo tanto se convierte en la más urgente de las prioridades, dispuesto o dispuesta a perder cualquier cosa por ella.
El cabeza de termo ha sido largamente subestimado como actor histórico en cuanto a su peligrosidad y a la extrema facilidad en su transformación. Políticos, dirigentes de todos los colores y espectros o cualquiera con un ápice de influencia han azuzado a las masas con divisiones, dicotomías, nosotros/ellos, sin darse cuenta que en ese amorfo mar de caras anónimas al cual se dirigen hay proto-cabezas de termo esperando la chispa adecuada para hacer clic y salir a defender la causa a como dé lugar, incluyendo probables “pruebas de amor” para demostrar que el compromiso es total. Es fácil liderar hordas de cabezas de termo, porque los cabezas de termo están a la pesca de líderes, sin importar su calidad, siempre y cuando vengan con ideas estrambóticas que les calcen como un guante.
El cabeza de termo es útil, pero por tiempo limitado: eventualmente se vuelve una amenaza aún para sus creadores. Para ese entonces, ya es tarde; el cabezatermismo ha sido iniciado y el proceso difícilmente pueda revertirse.
La asombrosa facilidad con la que podemos comunicarnos hoy en día con infinidad de gente que nunca vamos a conocer y en tiempo real ha traído un efecto secundario del cual no solemos hablar: toda audiencia, grande o chica, esconde cabezas de termo en potencia deseosos de malinterpretar el mensaje para tomarlo como punta de lanza. Críalos, y te quitarán los ojos.