El Equilibrista
Suaviza lo áspero; sea un mensaje críptico dado por un pope o una estrategia algo cruda. Interpreta y traduce para las masas. Integra. Lo llamas y te atiende. Le escribís y te contesta. Alinea. Coordina. Acopla. Le tiras con un ladrillo hueco y te devuelve una pared. Analiza. Conecta. Unifica. Enfoca. Afina. Presta igual atención al pasante y al CEO. Filtra el ruido y deja pasar la señal.
Toda organización que se precie de tal necesita—al menos—un equilibrista.
El equilibrista se mueve cómodo entre las rajaduras. Llena los espacios. Juega varios casilleros más adelante. Anticipa. Acelera cuando se puede acelerar. Pone el freno cuando están por dársela contra la pared. Corta esquinas mirando para los dos lados.
El equilibrista modera. Acerca posiciones encontradas. Reconcilia. Redondea lo puntiagudo. Baja los ánimos caldeados. Escucha. Piensa. Inicia y delega. Mentorea. Enseña. Entrena.
El equilibrista termina lo que empieza. Recuerda. Recula si se manda alguna. Aprende.
Entrega en tiempo y forma. No le escapa al bulto. Pide la pelota.
Nunca dejes ir a un equilibrista.