Memento
Que cosa tan básica como subestimada el seguimiento, entendido como la capacidad no sólo de empezar algo, sino de monitorearlo hasta su terminación o hasta algún punto de madurez significativa.
Somos mandados a hacer para tirar cosas nuevas en el aire. Ideas, sugerencias, cambios, problemas, modificaciones, iniciativas sobre esto y aquello. Pero muy pocos, en general, se hacen cargo de todo el ciclo de vida de la cosa. De asegurar que lo que se inició llegue a algún fin.
Las organizaciones—y tal vez las startups sean un caso paradigmático—son lugares de iniciación constante, no tanto de seguimiento y mucho menos de finalización. La hoja de balance entre lo que se empieza y lo que se termina tiende al rojo.
Todos hemos visto a algún mandamás aparecer intempestivamente un lunes a la mañana con un Gantt chart mágico que craneó durante el fin de semana para luego dejarlo pudrirse para siempre.
Todos hemos sido testigos de algún iluminado que creó un nuevo board de JIRA con bombos y platillos para luego dejarlo morir por falta de atención.
Un ex jefe mío, quien era conocido por sus impulsos e ideas sacadas de la galera, un día me asigna algo un tanto complejo. Nervioso, recurro a un colega para un consejo, quien me dice.
— No te preocupes, se va a olvidar.
Y efectivamente se olvidó. Era conocido por nunca seguir lo que iniciaba.
Debo confesar un berretín: recorrer documentos, spreadsheets, Gantts y JIRAs olvidados como si fueran reliquias de un pasado que no va a volver, siempre recordando con nostalgia la fanfarria con la que fueron concebidos. Alguna vez considerados críticos, hoy ocupan lugar en carpetas que ya nadie visita. Hay algo entre ese glamour iniciático y el inevitable destino de abandono que me resulta interesante.
Se entiende: iniciar cosas es fácil. Tirar algo nuevo sobre la mesa requiere poca energía. Ahora, seguirlo y asegurarse que llegue a algún puerto requiere mucha más dedicación y nadie parece tener tiempo.
Pienso: si se abandonan documentos, Gantts o tickets de JIRA a la buena de Dios—que dentro de todo tienen cierta entidad y visibilidad—que les queda a aquellas cosas que ni siquiera se anotan? Que son tiradas al aire en una reunión o una charla de pasillo? Sólo les queda un olvido auspiciado por otras cosas que vendrán a taparlas para luego ser olvidadas también.