Oda a la Plancha
Hacer la plancha es una de las disciplinas más perfeccionadas del ecosistema corporativo global. No cualquiera puede pasar una década en la misma silla sin que nadie se pregunte exactamente a qué se dedica. Atención: hacer la plancha no es vagancia. Es la habilidad de pertenecer sin dejar huella, de figurar sin figurar.
El que hace la plancha no está quemado, ni estresado, ni al borde del colapso. Está... tranquilo. Es la calma y sabiduría del que ya entendió que esforzarse es una jugada de alto riesgo con bajo retorno a la inversión. Mientras otros corren, él flota. Mientras se redactan objetivos imposibles y se queman pestañas en PowerPoints que nadie va a leer, el planchista profesional se desliza con la experiencia de quien ya jugó y decidió que no vale la pena sudar por un ascenso que sólo trae más mails y más reuniones.
En cada oficina hay uno, o una. En algunas, son mayoría. Tienen un certificado en conversación irrelevante y un posgrado en estar justo en el epicentro donde no pasa nada. La cocina es su templo: ahí hablan de política, fútbol y economía, mientras alargan el refrigerio ad infinitum. El home office los puso en peligro de extinción, pero volvieron de forma majestuosa como un mamut peinado con gomina.
Y así, subsisten. El sistema los premia con continuidad, porque no rompen nada. No cuestionan. Son la escenografía humana del paisaje corporativo moderno. Cómo el espejo en la verdulería que te hace creer que hay más pepinos de los que hay en el cajón, los planchistas están ahí para que parezca que hay más gente trabajando de la que realmente trabaja.
Y no es que no sepan. Muchos de ellos podrían hacer más. Algunos incluso fueron brillantes alguna vez. Pero entendieron que la energía es un recurso no renovable en ambientes de reunión perpetua y liderazgo basado en amistades espurias. Entonces se configuraron en low power mode a tiempo. Eligieron el calor del mate antes que la fricción del cambio.
Lo interesante es que ciertos contextos les da la razón. Contextos donde se castiga el error más que la inacción producen planchistas en masa. Invitan al planchismo. Porque si vas a cobrar igual, mejor no exponerse mucho. Porque el que propone, se expone; y el que ejecuta, puede equivocarse. En cambio, el que flota… sigue flotando.
Entonces, alcemos un refrigerio por ellos. Por los que nunca hacen olas. Por los que convirtieron la intrascendencia en estrategia y la silla de cocina en trinchera. Por los reyes furtivos de la invisibilidad con legajo.
A seguir planchando tranquilos!