La Grieta Generacional
A medida que me vuelvo más veterano, una sensación de incertidumbre me acecha. Con 43 años—y con más de veinte en la cancha—me suelo poner a pensar qué deparará mi futuro profesional a medida que los años sigan pasando y mi veteranismo sólo se intensifique.
La discriminación por edad es algo que existe. De acuerdo a un estudio de AARP1, 93% de los adultos 50+ estadounidenses sienten discriminación laboral hacia ellos, arraigada en una supuesta falta de conocimientos tecnológicos o en una percepción de “vida útil” demasiado corta como para ser tenidos en cuenta. Desde repositores de supermercados hasta financistas de Wall Street, los trabajadores veteranos sienten no ser considerados para nuevos puestos o ascensos, en favor de sangre más joven.
Pero hay otra cara en esta historia. La combinación de edad y trabajo plantea algunos dilemas. Con la edad viene la experiencia, sí. Y tiene mucho valor, si es bien aplicada. Pero con la edad y experiencia también viene una cuota de tozudez: uno, a medida que envejece, tiende a esculpir algunas ideas “en piedra” que no negociamos cambiarlas. O sea, no sólo nos duele más la espalda, si no también nos volvemos más tercos y más “yo te digo que es así porque hace 40 años que estoy en esto, no me vas a venir vos a decir cómo son las cosas”. A ver, hace 40 años atrás “las cosas” eran muy distintas y si bien está bueno haber experimentado un poco de todo, querer hacer lo mismo que en aquel entonces es anacronismo puro.
La fórmula mágica es poder combinar la experiencia que los años en “el paño” nos dan con adaptabilidad y receptividad. Adaptabilidad a nuevas tecnologías, formas y tendencias. Receptividad a los cambios y a las señales que el entorno nos da todo el tiempo.
Lo que no va es querer ponerse “a la par” de un pibe/piba de 25 años que viene como una tromba a comerse el mundo. Eso es el equivalente a convertirse en el meme de “how do you do, fellow kids?” de Steve Buscemi.
Otro dilema se plantea cuando en las jerarquías se generan brechas generacionales demasiado amplias entre aquellos más jóvenes en posiciones de “trinchera” y los veteranos en posiciones de poder, con una diferencia de más de 25-30 años entre ellos. Si no se da ahí una cierta movilidad vertical para los nuevos talentos, se termina gestando una gerontocracia donde una troupe de “padres fundadores” se enquistan y se mueven como una suerte de pandilla canosa que se retroalimenta a sí misma con la épica de años ha. Actualízate maese.
Cuando se dan esas brechas, los 35+ y los 40+ son (somos!) instrumentales para actuar como puente entre la torpe e inexperta efervescencia de los “pibes”, con la terquedad y el constante chapeo nostálgico de los veteranos.
El combo tozudez y “fundadoritis2” es explosivo. Y a veces el carisma actúa como un maquillaje: líderes con olor a naftalina que son “queridos” porque son casi familia para todos porque están ahí desde tiempos inmemoriales, pero en el fondo traban la evolución de la organización porque siguen aferrados a épocas de pantalones Oxford y hombreras.
Parte de la sabiduría que la experiencia debería traer consigo es entender que hay que acomodarse a los tiempos que corren. Los veteranos son importantes para poder sugerir caminos y alternativas, considerando que parte de la experiencia adquirida seguramente incluye aciertos pero también valiosos errores3. Y entender que esa experiencia se debería aportar sin estar metido en el medio, a menos que el físico mental les dé para ir a la velocidad a las que van las cosas.
https://www.aarp.org/research/topics/economics/info-2022/workforce-trends-older-adults-age-discrimination.html
https://en.wikipedia.org/wiki/Founder's_syndrome
The Silence Of The Losers
During World War II, the US Air Force was desperate to solve an urgent problem: how to improve the odds of a bomber making it home. Chances were slim for bomber crews back in the day, almost like tos…