Mi Querida Fabiola
Rules for thee but not for me dice la frase en inglés. En español tenemos nuestra versión: haz lo que yo digo pero no lo que yo hago.
Hay una máxima que no deja de probarse y probarse: aquellos que hacen las reglas tienden a ser los primeros en romperlas.
Es el 14 de Julio del 2020. Argentina está en un estricto lockdown por la pandemia que arrecia en cada rincón del globo. Nadie puede salir de sus casas producto de un decreto presidencial que así lo dictamina. El Presidente, el mismo que de puño y letra firmó el decreto que encierra a millones en sus casas, festeja despreocupado el cumpleaños de su esposa junto a un selecto grupo de amigos. Como si esto fuera poco, alguien toma una foto para rememorar el grato momento. Por supuesto, la foto no tardará en filtrarse.
La respuesta ante la falta fue antológica:
— Mi querida Fabiola1 convocó a un brindis que no debió haberse hecho.
Cero códigos el hombre, tirando de esa manera a Fabiola abajo del tren.
Gran Bretaña pasaba por una situación parecida. Estrictísimo lockdown, nadie sale de sus casas, en este caso dictaminado por primer ministro de peinado indescifrable. Es Noviembre de ese fatídico 2020, y Boris Johnson es fotografiado, trago en mano, de festejo loco, pasándose por las nalgas las reglas que él mismo impuso a toda una nación.
Años ha, en cierta organización volaban los pedidos de nuevos features y funcionalidades, sin mucho control. Algunas se desarrollaban, otras morían cajoneadas en el más absoluto de los olvidos. Un buen día, un pope dice basta y hace la gran De la Rúa golpeando la mesa en un bizarro gesto de sobreactuada autoridad:
Se establece una suerte de registro de nuevas funcionalidades, donde ahora se debe llenar un formulario, explicar qué se quiere, y ese feature es discutido por un grupo de “expertos” el cual decide si se implementa o no, cuándo y cómo, incluyendo varias etapas de revisión. Reina una cierta algarabía inicial: acaso somos ahora una empresa normal?
No tan rápido. Más temprano que tarde, el pope que impulsó dicho sistema comienza a notar que aquellos features que él pedía y llevaban 5 minutos implementarse, ahora requieren tres revisiones de 10 expertos cada una y tardan un promedio de 3 meses. Consternado, el pope dictamina un salvoconducto: todos tenemos que usar el sistema, excepto él. Cantemos: Rules for thee but not for me.
Tener el poder de establecer las reglas tiende a ser subestimado como superpoder. Aquellos con dicha facultad, tienden a desestimar las ramificaciones y repercusiones de sus arrebatos legislativos. Y si las consecuencias de sus normas, por alguna razón o por otra, no los favorecieran, serán los primeros en transgredirlas. Principalmente porque no conciben, como mandamases, estar sujetos a esas mismas normas que aquellos simples mortales que deben, sí o sí, ajustarse a derecho. Y que si así no lo hicieren, Dios y la Patria corporativa se los demanden.
Siento que podría usar “mi querida Fabiola” como excusa universal pero nadie la entendería donde trabajo.